EL REGALO DEL CUARTO REY MAGO.
(CARTA DE LOS REYES MAGOS a los niños y niñas).
Queridos niños y niñas:
Hemos recibido vuestras cartas. Las hemos leído de una en una, cerrando
los ojos y abriendo el corazón para saber no sólo qué queréis sino
para percibir también el latido que subyace en vuestras peticiones y el
pulso que sostiene vuestros deseos.
Observamos cómo la mano os tiembla al escribir y no tanto por la
vibración de un alma que se ensancha sino más bien fruto de un corazón
que no bombea sino la sangre de múltiples deseos ávidos de ser
satisfechos.
El deseo, entendido como pura preferencia, es algo inevitable, necesario y aceptable.
Una persona totalmente vacía de un deseo sano y natural es una persona
insípida, insulsa y sin pulsación vital. Cuando uno desea de corazón, y
no por capricho, aprende a disfrutar de la abundancia y de la
carencia, a gozar de la vida con lo que se tiene.
En los deseos, como en las posesiones, es mucho mejor ser austeros, pero no indigentes.
Vuestras cartas son enormes; cada año más largas y con peticiones que sentimos cada vez más alejadas de vuestra alma de niños.
Sabemos que es muy fácil para vosotros caer presos en las sutiles e
infinitas redes anudadas a base de tentaciones, solicitudes y engaños
organizados por la publicidad de manera sistemática, premeditada y
permanente.
Con esta carta queremos alertaros para que toméis las riendas de
vuestras propias necesidades y deseos; no permitáis que sean los
corceles de los deseos incontrolados e impuestos por la publicidad los
que os guíen. Sabemos que en muchas de vuestras peticiones no sois
vosotros los que realmente deseáis sino el deseo sugerido o impuesto el
que, en el fondo, desea por vosotros.
Tal vez nunca hayáis oído hablar del Cuarto Rey Mago de la leyenda. Sí,
inicialmente éramos cuatro. Salimos juntos, guiados por la estrella,
en busca del Niño de Belén. Una noche acampamos junto a la choza de un
pastor. Casi al amanecer se desató una terrible tormenta. El pastor que
gentilmente nos dio cobijo perdió gran parte de sus ovejas, asustadas
por el resplandor de los rayos y truenos.
Nosotros tres reemprendimos la marcha hacia Belén y el se quedó ayudando al pastor a buscar sus ovejas.
Continuó
el viaje solo y en el trayecto se encontró con una familia de
campesinos que apenas tenían nada para comer. La cosecha había sido la
peor que recordaban desde hacia años. Nuestro compañero, el Cuarto Rey
Mago, dejó allí la leche y la miel que él llevaba como presentes al
Niño de Belén.
Llegó solo, cansado, tarde y con las manos vacías al pesebre donde había ya nacido el Niño que estábamos buscando.
Y allí ocurrió algo sorprendente y maravilloso.
Nada más entrar el Niño levantó sus brazos y los dirigió hacia el Cuarto Rey.
Éste, como tenía las manos vacías, se aprestó a cogerle. El Niño acercó
su oído al corazón del Mago que era tan grande y latía con tanta
fuerza y armonía que el Bebé inmediatamente se quedó plácidamente
dormido.
Su Madre se emocionó al ver lo ocurrido y nos dijo:
Gracias
por vuestros regalos. Sé que cada uno de ellos vale no tanto por su
valor material sino por el simbolismo que encierran y que habrá de
servir a las siguientes generaciones. Pero sin duda que el Niño ha
elegido y ha elegido como regalo un corazón ardiente y lleno de amor. El
Niño nos había ofrecido su primer mensaje, había proclamado al mundo
su primer testimonio. Todos los allí presentes sabíamos lo que nos
acababa de decir, de mostrar: que El había venido al mundo no para ser
agasajado con cosas, objetos o riqueza sino para abrazar y ser abrazado
por el Corazón Humano.
Desgraciadamente con el tiempo se perdió la transmisión de este
acontecimiento. El Cuarto Rey Mago pasó al olvido y, lo peor de todo, se
llevó consigo el recuerdo de lo ocurrido, el primer mensaje dado por
Jesús al mundo.
Por eso no nos extraña que hoy quede tan poco de aquél primer suceso de Belén.
El Cuarto Rey ha sido totalmente olvidado; de hecho seguramente nunca habíais oído hablar de él hasta ahora.
Y nosotros hemos quedado reducidos a meros abastecedores de juguetes.
Nuestra Magia ha sido prostituida y convertida en mero Comercio.
Los modernos Magos de hoy no están en pesebres sino en grandes
almacenes; no van en busca del Niño (de ese núcleo divino que habita en
todo niño y niña humanos) sino del beneficio económico que proporciona
el que los niños los busquen a ellos.
Han usurpado, manipulado y tergiversado nuestra persona, nuestra
historia y nuestro mensaje: un mensaje para ser, y no tanto para tener;
un mensaje para despertar, y no tanto para seguir manteniendo
hipnotizadas y dormidas las conciencias; un mensaje para disfrutar y
hacer un uso responsable, razonable, respetuoso y digno de las cosas y
no para vivir en el abuso de las cosas y en el más descarado de los
despilfarros.
Queridos niños y niñas, el recuerdo del Cuarto Rey no tiene que
llevarnos a despreciar los regalos y los juguetes; no nos previene de
ninguna cosa sino de nuestra actitud profunda ante todas las cosas y del
uso que hacemos de ellas. Su recuerdo nos harán recordar que el
corazón sencillo y humilde hace que nuestras manos estén siempre
rebosantes con muy poco. Esa aparente “escasez” no será entonces
manifestación de carencia, de vacío o de miseria sino de plenitud.
Para acabar queremos enviaros el lote de regalos que al Cuarto Rey más le gusta enviar.
No olvidéis ponerlos junto a los que recibáis de nosotros.
¡Ah!, y si tenéis que elegir, haced como el Niño de Belén: elegid lo mejor.
Estaréis así eligiendo, casi sin saberlo, “al modo de Dios”.
Finalmente, imaginad que de entre las líneas de esta carta emergen
nuestros brazos hasta llegar a entrelazarse y fundirse con los
vuestros.
Os deseamos una Noche Mágica de Reyes llena de esa alegría y gozo al
que tenéis derecho y que el Niño de Belén desea para todos vosotros.
REGALOS DEL CUARTO REY MAGO.
Una flor, para que aprendas a amar la tierra.
Una jaula sin puerta, para que aprendas a amar el aire.
Una vasija de barro, para que aprendas la fragilidad de las cosas.
Un reloj sin manecillas, para que vivas todo en presente.
Un abrazo en silencio, para que alumbres en ti la ternura.
Un libro, para que te sientas más libre.
Un día sin televisión, para que la noticia seas tú.
Un paseo por el campo, para celebrar la belleza del mundo.
Una caracola, para que aprendas a amar el agua.
Un atardecer dorado, para que bañes tus ojos de cielo.
El canto de los pájaros al amanecer, para que oigas la música de tu alma.
Un amigo para jugar, para recordarte tu humanidad.
Una noche estrellada, para que veas la eternidad dentro de ti.
Un día de lluvia, para que aprendas a ser agradecido.
Un día de sol, para que reconozcas la luz que llevas dentro.
Una canción, para que puedas celebrar la danza de la vida.
Una botellita cerrada. No la abras nunca, para que así puedas amar y comprender el Misterio.
Fuente:
Blog del compañero